jueves, 1 de octubre de 2009

Álbum de Familia



Familiar Feelings, Sobre el grupo de Boston

Nan Goldin ubica la Escuela de Boston en el apartamento donde David Armstrong y ella reunían a compañeros y futuros amigos, como Philip-Lorca diCorcia o Shellburne Thurber. Goldin cuenta en una de las entrevistas realizadas por Manuel Segade, la obligada cita semanal del grupo. Hablaban de sus vidas y su obra, fraguándose en paralelo relaciones sentimentales, drogas compartidas, fiestas, amantes. La escuela se levantaba en cualquier sitio donde fuera posible conversar de uno mismo y contagiarse de los proyectos artísticos afines.
Familiar feelings comienza con los retratos frontales de Diane Arbus, admirada por todo un grupo de artistas que a mediados de los setenta formaron parte de una comunidad que retrataba su contexto privado y marginal. “La intimidad es hoy una moneda de cambio, pero entonces aún era una posibilidad de imponer un discurso amoroso por encima de la decepción y la rabia”, apunta el comisario de esta exposición sobre relatos individuales, creados en su día como expresiones independientes del rostro mercantil del arte, desconocido para muchos de los artistas que componen la muestra. Nos encontramos con elementos que aparecen una y otra vez en retratos de distinta autoría: lámparas de noche, animales domésticos y camas. Deshechas, recién abandonadas, con enfermos, amantes o un herido de bala semicubierto con una sábana blanca, fotografiado por Larry Clark. Camas sin deshacer aparecen en la serie de hoteles de Shellburne Thurber.
Sin vergüenza ni orgullo, cámara en mano, David Armstrong retrata a jóvenes arrasados por la heroína, dormidos o guardando la resaca. Una mujer malherida y su hijo en el mismo lecho, con los ojos cerrados. Sus obras comparten sala en el museo con una imagen en la que Diane Arbus capta la sonrisa de una adolescente con síndrome de down sobre la hierba de un parque.
Las imágenes funcionan como autorretratos de situaciones recién concluidas, sexo, picos, orgasmos. Instantes precisos: jeringuilla en vena, disparo en el muslo. Y también momentos de espera; preliminares, escenas sostenidas o a punto de acontecer. Hablamos de relatos cruzados, de imágenes con un marcado carácter sociológico, véase la obra de Philip–Lorca diCorcia en la que retrata a su amigo Vittorio en el hospital, arruinado por el sida en 1989, año en el que fallece de igual manera Mark Morrisroe. La exposición representa un álbum de imágenes que en su día desafiaron las convenciones del medio fotográfico, al mostrar un escenario iluminado por primera vez en la historia de la fotografía: los cuartos privados donde la promiscuidad y las drogas fueron capturadas sin trampa ni cartón. El medio fotográfico supuso para ellos una forma de entenderse a sí mismos, una enfermedad de transmisión cultural en una época repleta de vivencias selváticas.
El grupo de Boston se convirtió en la primera generación de artistas que exponía sus costumbres y paisajes, personales o ajenos, sin ningún tipo de artificio. Lo que su contexto gritaba eran las escenas que ahora podemos apreciar paseando por el museo, como si los artistas formasen un coro, cantando cada uno su partitura. Cada uno de ellos asume el papel de un policía que se autopersigue, que se denuncia a sí mismo, dentro de escenas donde el riesgo parece un modo de supervivencia. La cámara era el medio utilizado para revelarse a sí mismos.
En la segunda planta del CGAC nos encontramos con la saga de artistas más jóvenes, donde resulta evidente la absorción de la música y el estilo de vida punk por parte de las comunidades artísticas estadounidenses, fliers, carteles de conciertos, miscelánea de referencias cruzadas de modo más indirecto. En estas imágenes la superficie juega un papel de mayor relevancia; Mark Morrisroe dibuja en los cantos de las fotografías, Taboo! se enfrenta a la pintura como una drag queen a su armario y Gail Thacker manipula las polaroids, colorea o cose las imágenes. Thacker recuerda aquello que le decía Morrisroe a menudo: “If the lie is better than the truth, go with the lie”. A medio camino entre la actitud punk y la dandy, con treinta años Morrisroe realiza sus últimos experimentos fotográficos en la ducha del hospital.
Taboo!, tal vez sea la palabra deshechada por este grupo de artistas que mejor les represente. La obra de Jack Pierson cierra el recorrido por Familiar Feelings, con “Untitled (Diane Arbus), 1992”. Pierson agrupa sobre un bastidor entelado las hojas arrancadas de un catálogo de fotografías de Arbus, encoladas con la imagen al revés, dejando a la vista sólo los títulos y el año de realización. Tálamo de color crudo donde duerme la resaca de una noche cumplida. Tal vez a medida que se despiden de los amigos en sus habitaciones, la cama arrugada de aquellos primeros años de libertad, cede buena parte de su lugar al estirado lienzo. (ABC, El Cultural)

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